Desde el principio de los tiempos se ha elucubrado de manera más o menos coherente, (si queremos llamar coherencia en lugar de atrevimiento o incongruente obstinación a toda teoría que pretenda conocer lo desconocido, explicar lo inexplicable, medir lo inmesurable, fechar lo indatable) sobre el origen del universo, de la Gran Totalidad, desde lo más lejano, lo que jamás llegaremos a ver aunque miremos pues la imagen nos llegará con varios miles de años de retraso hasta lo más cercano, como podría ser este pedazo de vidrio o de rejilla TFT que se encuentra a escaso palmo y medio de vuestras narices.
Se ha teorizado hasta la saciedad, hasta el más absoluto y soporífero aburrimiento (quien haya estado en una clase de física sabrá de qué hablo), se ha hablado, discutido e incluso forcejeado de manera más o menos violenta entre las diferentes facciones que pretenden explicar sea por medios teológicos, sea por medios científicos el origen de todas las cosas, de todos los entes e incluso de la misteriosa fórmula (oh, ignorante atrevimiento) del recubrimiento de los lacasitos.
Hoy, incluso ayer (2 de enero) o resumiendo más a riesgo de caer en lo incierto, en la era contemporánea, el origen del universo se explica como un violento fenómeno natural en el que una simple partícula explosionó, expandiendo toda la materia contenida en su núcleo y que aún continúa en expansión, en un intento de dar a entender que si el universo tiene un centro de expansión es, por lo tanto, finito (aunque la verdad, el que suscribe no es que lo vea tan finito si cabe al menos al planeta tierra que es más bien regordete).
Ignoro quién le dio el nombre de Big Bang al fenómeno que dio origen a todo lo que conocemos o bien a todo lo que percibimos, pero lo que deduzco basándome en esta teoría es que tal personaje, aunque deje fuera de toda duda sus capacidades como físico y conocedor de la mecánica cuántica (o como mínimo su dilatadísima imaginación) tenía un desconocimiento supino de la ortografía.
Intentaré explicar el por qué de la manera menos breve posible, como corresponde a toda teoría científica, por descalabrada que pueda resultar, con un seguro riesgo de haceros bostezar, no sin previamente consolaros haciendo ver que, a diferencia de ciertos políticos, abriréis la boca por un motivo concreto.
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Al principio sólo existía…
1: La NADA
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Era algo así, pero algo más grande (por supuesto omito el tamaño exacto por evidentes razones de espacio).
2: Pero… realmente no había NADA?
Los más observadores habrán observado (pues es virtud de observadores el observar y de necios el simple mirar) un pequeño puntito en medio de ese desolador vacío que ha entristecido vuestras retinas, con la comprensible sensación de que os estaba tomando el pelo (los más sagaces lectores ya se habrán dado cuenta de ello hace rato).
Esta pequeña partícula, a la que me he permitido la libertad de llamar «puntito» para que muchos de vosotros, pobres mortales, sepais identificar lo que a partir de ahora tendrá un nombre científico, fue el origen de todo.
Pero pasemos a denominar las cosas por su nombre o jamás entraremos en materia (término que utilizo como mero sofisma pues hablamos de la NADA, es decir, la ausencia de materia). La NADA no era tan NADA, al fin y al cabo, dado que evidentemente, como ha quedado demostrado, tenía algo. Ese algo eran vastisimas extensiones de vacío, océanos de vacuidad absoluta sólo comparables al interior del cráneo de Britney Spears. A esas extensiones de vacío las denominaremos la MEGANADA y a ese «puntito» que estaba en su centro (si es que existía un centro de la MEGANADA) le llamaremos la MICRONADA.
Deducimos pues que el sistema jerárquico de la NADA era más bien feudal, puesto que me atrevo a comparar la MEGANADA con latifundios administrados por los Mega-Aristócratas, que habitando la MEGANADA hacían exactamente lo mismo que sus actuales nobles descendientes, es decir, absolutamente NADA.
Pero en la MICRONADA la vida era muy distinta. Vida en la nada? por supuesto! Vida social intensa, pues en un espacio de tamaño infinitesimal, equivalente a un cuarto de la mitad de la millonésima parte de un tercio del tamaño de un espermatozoide de tejón compartían espacio (y tiempo, pues aún no estaban completamente definidos ambos conceptos) cantidades ingentes de lo que más tarde se llamaría materia que bajo las denominaciones sociales de protones, electrones y neutrones, vivían en un apelotonamiento, en una situación de hacinamiento tal que se hacía prácticamente imposible una cosa tan cotidiana hoy en día como reservar mesa en un restaurante o encontrar un sitio tranquilo para morrearse con la protona de tus sueños.
Fruto de esta incomodidad, varios milenios más tarde, los filósofos más destacados de la MICRONADA decidieron que había que hacer algo, aunque cayeron en una monumental paradoja, dado que si habitaban en la NADA, lo lógico era que hacer algo fuera hacer NADA, de modo que la situación siguió otro par de milenios inalterada puesto que no se hizo NADA, hasta que un sabio -ón (a día de hoy no se sabe a ciencia cierta si fue un prot-, un neutr- o un electr-) decidió que la filosofía correcta no era hacer algo o quedarse no haciendo NADA, sino que el camino a seguir, la lógica aplastante, era SÍ hacer NADA.
Así nació la Era del Nadismo, en la que cada clase social de la MICRONADA sentó las bases de su política a la hora de hacer NADA. Todo parecía tomar un cauce esperanzador para el futuro de la MICRONADA, pues cada una de las clases, divididas como podían por causa de la falta de espacio, decidió incentivar a sus semejantes a tomar conciencia de su estilo de hacer NADA.
De modo que una primitiva forma de sociedad estaba naciendo. Y como en toda sociedad, no tardaron en aparecer los primeros enfrentamientos entre clases.
Los protones, poseían un positivismo que les hacía trabajar (es decir, hacer NADA) para un mañana mejor (propósito algo utópico pues mañana era cuestión de varios milenios o de pocos nanosegundos al no estar establecidas unas normas de medida del tiempo) frente al absoluto Nadismo radical de los neutrones, que como su propio nombre indica, se daban a un hedonismo tal que les impedía hacer incluso NADA.
Cerca de ellos, en la periferia, estaban los electrones, instaurados como el cuerpo de seguridad de la MICRONADA, que velaban por el equilibrio y la compensación del núcleo de la MICRONADA, pero lo cierto es que como ahí no ocurría NADA (o mejor dicho SÍ ocurría NADA) se limitaban a hacer lo mismo que los cuerpos de seguridad en estos tiempo nuestros, tan lejanos y a la vez tan parecidos: Dar vueltas y no hacer NADA (o hacerlo, acaso, por sentirse útiles).
Pronto (es decir, unos diez milenios más tarde) fue necesario un referéndum en la MICRONADA. Protones y neutrones quisieron dominar el poco espacio disponible, aunque con campañas políticas ciertamente diferentes y como se verá a continuación mucho más halagüeñas para los protones que para los neutrones. Sólo fijándonos en sus eslóganes electorales nos podríamos hacer una idea. Los protones manifestaban que había que hacer NADA, que era imprescindible hacer NADA para que la sociedad marchara hacia una NADA mejor, quizá incluso a la conquista de la MEGANADA, cosa que los Mega-Aristócratas no veían con demasiada alegría, pero por supuesto siguieron en sus quehaceres aristocráticos: Absolutamente NADA.
Los neutrones, en su radical Nadismo proclamaban un mensaje ciertamente nihilista, al decir que lo que había que hacer era NO hacer NADA, lo cual, aunque fuera en la NADA no significaba tener que hacer ALGO.
Parecía que las urnas iban a ponerse de parte de la animosidad de los protones, pero algo empezó a ocurrir… De ambos bandos emergieron facciones más o menos radicales que amenazaban la cohesión de ambas fuerzas políticas: Grupúsculos seccionados indistintamente de protones y neutrones que se hicieron llamar, por citar algunos casos representativos, mejill-ones, cabr-ones, macarr-ones, y sus directos subalternos, los put-ones.
Pronto la MICRONADA se sumió en un caos electoral que desembocó en el último estadio de la constitución del universo…
3: Gran revolución en clave de DIXIELAND
La vorágine electoral por la dominación de la MICRONADA hizo que la mayoría de grupos y grupúsculos políticos se dieran a las más extravagantes acciones publicitarias. Hubo un sector que tuvo la idea de ir a estrechar manos a los mercados pero se toparon con un handicap absolutamente insalvable. no había mercados ni manos que estrechar, y aunque las hubiera habido resultaba cuanto menos irónico estrechar lo que ya de por sí estaba estrecho, por lo que su campaña quedó en agua de borrajas, claro está en sentido figurado porque tampoco existía el agua ni tan siquiera las borrajas.
Otros, más prácticos, quisieron regalar bolígrafos serigrafiados con el emblema de su partido pero había una dificultad ciertamente onerosa. La micronada tenía una extensión a equivalente a un cuarto de la mitad de la millonésima parte de un tercio del tamaño de un espermatozoide de tejón, de modo que acabaron dándose cuenta de que, dado que un bolígrafo mide unos doce centímetros de largo por uno de calibre, jamás podrían regalar ni siquiera la punta de uno de ellos, con lo que además su presupuesto electoral desapareció en la meganada, junto con ciento dos trillones de bolígrafos sin poder pasar la frontera de la MICRONADA por falta de espacio.
Pero hubo un sector político, los todavía grandes favoritos protones, que dio, tras pensarlo durante tres milenios, con la campaña ideal. ¿Qué mejor para atraer a las masas (ya de por sí masificadas) que una actuación musical? ¡Qué gran idea, qué clarividencia, qué estilo y savoir faire el de aquel hiperactivo protón cuando sacó de la NADA aquella brillante idea!
Se pensó en un principio (otro sofisma pues aún no había tenido lugar el principio de nada, excepto de la NADA) en una banda que unos cuantos cientos de milenios antes había tenido cierto éxito en la MICRONADA, llamada TheRollingSt-ones, pero vista la situación del grupo, cuyos componentes sólo parecían interesados en los mill-ones y en pillar ceboll-ones y coloc-ones, se optó por una propuesta más fresca y original: Jerry Nucleum and the New-Ones, una banda de jazz estilo dixieland en la que trescientos cuarenta mil quinientos dos músicos daban lo mejor de sí mismos en una Jam Session que prometía no tener precedentes.
Toda la MICRONADA se concentró ante el escenario, excepto los neutrones, que respetando su idiosincrasia, se quedaron incluso disfrutando de la millonésma de micra que había quedado libra cuando toda la población se agolpaba para ver al gran Jerry Nucleum arrancar notas salvajes de su micro-saxo.
La actuación empezó con una improvisación ciertamente bien sincopada de «make that trombone laugh», que hizo agitarse de curiosidad a los 25 quintillones de asistentes al recital.
Al segundo tema Jerry Nucleum y su banda eran ya una auténtica locomotora de dixieland. Su ritmo hizo agitar enardecida a toda la audiencia. El Núcleo de la meganada vibraba, se encogía para volverse a dilatar, cada vez más deprisa, cada vez más salvaje.
Los electrones, conscientes de que por primera vez estaba pasando ALGO en la MICRONADA, giraban sin parar, presas de una actividad febril que les colapsaba.
Pero Jerry Nucleum, apoyado por sus New-ones continuaba martilleando la ya de por sí resquebrajada estructura de la MICRONADA, esta vez con una salvaje versión de «Dardanella», que hizo que protones, mejill-ones, macarr-ones y cag-ones y otros muchos -ones ya sin identificar empezaran a convulsionarse, a crecer, a ESTALLAR.
Incluso los Neutrones empezaron a sentirse incómodos ante tanta actividad.
Los electrones no paraban de girar alrededor del núcleo, ya de manera desordenada, desestabilizando la cohesión de la MICRONADA, que finalmente…
…se agitó…
…y por última vez…
…se comprimió…
…para volverse a…
…expandir…
…y definitivamente….
ESTALLAR
Liberando
cantidades
ingentes
de
M
A
T
E
R
I
A
que al expandirse desperdigando todo su contenido, destruyó la MEGANADA formando el principio de todo lo que hoy conocemos, desde la más pequeña gota de cuba libre de gordon’s hasta lo que conocemos como bloguero que se aburre y no sabe qué cojones escribir, del que hay un magnífico ejemplar aporreando mi teclado.
Es por eso que hace ya bastante rato decía que el personaje que acuñó el término Big-Bang para definir el fenómeno que dio origen al TODO era más bien lerdo en ortografía.
Oigame usted, caballero. Que se escribe BIG BAND!!! The Jerry Nucleum B-I-G B-A-N-D!!!
PD. prometo solemnemente dejar las drongas. lo prometo.
Publicado en Incontinencia Verborréica
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